by: malom_shlasters | Complete Story | Last updated Sep 22, 2014
Chapter Description: Griselda is transported and she'll have to adapt to her new form.
Para cuando la lavadora terminó su ciclo, ya me encontraba lejos de allí. La experiencia de haber sido lavada y luego secada había dejado a Griselda mareada y aturdida. Pero ahora podía percibir claramente su nuevamente limpio olor corporal.
“Mmmhh”, pensó, “al menos ahora soy una trusa limpia…”, y secretamente, se deleitó de eso: “El olor a trusa masculina limpia no se compara con nada”.
Y allí estaba ahora, tendida sobre una pila de prendas limpias. Interesada, decidió echarse un vistazo a sí misma. Sorprendentemente, sus “ojos” estaban en la parte superior de la trusa. Pero claro está, no eran ojos reales, sino que simplemente lo supo porque su sentido de la vista nacía a partir de ese ángulo, y ella podía ver parte de ella hacia abajo. Pero cuando Griselda intentó familiarizarse con su nuevo cuerpo de tela, se dio cuenta de algo extraño:
“Qué raro… Pareciera que ni siquiera soy la misma trusa que antes”, pensó.
Y tenía razón. Su “cuerpo” lucía ahora diferente de antes, con algunas bandas azules en la cintura del calzón y una doble costura en la cremallera del centro. Y la leyenda de la liga, con su nombre en ella, había desaparecido. No cabía duda: Ahora Griselda era una trusa distinta, ¿pero por qué?
Griselda trató de acordarse de lo que pasó en la lavadora. Recordó haber dado vueltas y vueltas dentro de la máquina, mientras ésta la lavaba. Sí, pero también recordaba haber alcanzado a ver más prendas en el remolino: corbatas, playeras, incluso una gorra. ¿Pero qué más…? ¡Sí! ¡Ahora le quedaba claro!
La escena llegó claramente a su memoria. Había visto otro par de trusas de hombre, nadando en el remolino junto con ella. Sin nada de que aferrarse, Griselda recordó haber intentado abrazarse a aquella guapa trusa, y lo logró. Así, pasó la última parte del ciclo de lavado abrazada a esas suaves trusas celestiales, mientras giraban y se limpiaban juntas… Y ahora lucía exactamente como aquella trusa. ¿Qué había ocurrido…? ¿Transmigración de las almas, tal vez?
Al menos ahora Griselda sabía que la carga de ropa pertenecía a un hombre; eso explicaba la gorra y las trusas en ella. Pero, ¿qué le había pasado a su anterior “cuerpo”? La imagen de un hombre encontrando en la canasta de ropa un par de trusas con su nombre escrito en ellas le hizo estremecerse… “Qué forma tan cruel de vengarse, Teo. ¿Revelándole a otro hombre mi fetichismo?”
Pero aún había tiempo, y Griselda pensó que aún podía hacer algo. Revisó desde su punto actual todas las prendas de la pila, tratando de hallar su antiguo cuerpo… Pero luego de dos minutos, recibió una buena noticia. ¡Los otros calzoncillos ya no estaban, parecían haberse desvanecido!
Tal vez no había sido transmigración. Quizás las dos trusas se habían fusionado en unas nuevas, y la nueva lucía exactamente igual que la segunda trusa… Todo eso era muy confuso, desde luego. Pero Griselda no tuvo tiempo de pensar en nada más, porque una persona de pronto entró en el cuarto de lavado.
Desde la cima de la pila de ropa, Griselda pudo echar un vistazo al Nuevo visitante: era un chico de entre 24 y 28 años, que lucía como un completo holgazán. Griselda disfrutó viendo su apuesto aunque descuidado rostro: tenía ojos verdes profundos y una expresión de flojera, pero era muy atractivo. Un delgado bigote rojo y un connato de barba, y su largo y rojo cabello lo hacían ver un poco como el vocalista de Nirvana. Griselda no pudo evitar sonrojarse por dentro, ya que el hombre tenía también un buen cuerpo: su pecho era amplio y tenía manos duras y masculinas. Llevaba puesta tan solo una simple playera, pantalón de mezclilla, tenis y una pulsera de goma, pero se veía tan masculino y atractivo para ella… ¿Por qué no lo había visto antes? Tal vez porque Griselda no lava la ropa, siempre me deja esa tarea a mí.
El chico había traído una canasta con él, así que Griselda estaba casi segura de que él era el propietario original de la trusa que encontró. Y eso le hizo excitarse: ¡Ahora ella iba a ser la ropa interior de ese chico! El corazón [¿?] de Griselda comenzó a latir de prisa cuando el chico se acercó a la pila de ropa. Griselda sintió como si alguien lo levantara tiernamente de las caderas cuando el chico tomó la trusa de ambos lados de la banda elástica y luego las depositó con cuidado en la canasta. Luego, el muchacho comenzó a apilar las otras prendas en la canasta y salió del cuarto de lavado llevándose la canasta con él.
Cargando a la Griselda-Trusa en la canasta, el chico salió del piso, caminó escaleras abajo y salió finalmente del edificio. “¿A dónde va?”, se preguntó Griselda. Quizás no era un residente de ese edificio, lo cual explicaría por qué Griselda no lo había visto antes.
El chico cruzó la calle y se dirigió al edificio departamental que estaba enfrente del mío y de Griselda.
“Misterio resuelto”, pensó Griselda.
En realidad, mi hermana sintió que el camino era muy largo, y estaba desesperada por que la sacaran fuera de la canasta, ya que todas las demás prendas estaban pesadamente apiladas sobre ella. El chico firmó en la recepción y luego subió las escaleras. Allí, un empleado lo saludó.
“Buenos días, Joe”. Oh… Entonces su nombre era Joe.
Pronto, el muchacho llegó a lo que parecía ser su piso. Joe se paró frente a la puerta, bajó la canasta hasta el piso, tomó una llave y abrió la puerta. Esa era, seguramente, su recámara. No era un apartamento lujoso, pero al menos estaba limpio y arreglado (algo de lo que mi hermana no podía jactarse). Con cuidado, Joe comenzó a sacar su ropa de la canasta y a guardarla en los cajones.
“Oh, no, se acabó la diversión”, Griselda-Trusa dijo para sus adentros.
Pero por suerte, Griselda no fue puesta en un cajón. En vez de eso, ella, junto con otras prendas, fue colocada en la cama del hombre. ¿Qué estaba planeando? Griselda lo supo cuando vio que el muchacho regresaba con una toalla y se quitaba la ropa en frente de ella.
“¡Oh, va a tomar el baño!”, pensó Griselda. “Y luego se va a poner… ¡A mí! ¡¡Sí!!”.
Griselda estaba genuinamente emocionada por eso.
Como había pensado, Joe tenía un gran cuerpo. Los sentimientos de Griselda se excitaron al ver sus anchas espaldas cuando se quitaba la camisa, y casi muere de la emoción cuando el chico se bajó los pantalones y los calzones para mostrar un sólido y sexy trasero. Joe se colgó la toalla del hombro y caminó hacia la cabina del baño, donde tomaría una buena ducha de agua caliente.
Para Griselda, la espera se sintió eterna, ya que el muchacho había dejado la puerta abierta y a través de las paredes transparentes del baño ella podía contemplar su sexy silueta mientras se duchaba. ¡Y vaya que fue una buena ducha!
Por fin, 30 minutos después, Joe salió del baño, con la toalla puesta, dispuesto a ponerse la ropa.
“¡Oh, Dios! ¡Mira esos abdominales!”, Griselda se rió, excitada.
Para ese momento, Griselda sólo había podido ver su cuerpo desde la espalda… Pero pronto, ella lo conocería en la forma más íntima posible.
Mi hermana quedó sin aliento cuando el atractivo joven arrojó la toalla, revelando un grande y precioso pene. Desde luego, Griselda había visto penes antes, pero en esta ocasión sabía que los iba a conocer como nunca antes.
Joe recogió a la Griselda-Trusa tal como la vez pasada, con sus ásperas manos hombrunas, y lentamente comenzó a ponérsela. Para Griselda, la sensación de ser una trusa usada por un hombre iba más allá de lo esperado, y eso le hizo notar todavía más las sensaciones de su nuevo “cuerpo”. Mientras Joe se la estaba poniendo, ella sintió el suave roce de las nalgas masculinas conforme ella misma estaba siendo acariciada en las suyas; ella recordó antes haber sido “nalgueada” por mí, y eso le confirmó que la parte trasera de la trusa ahora servía como si fueran sus nuevas nalgas.
Pero lo más interesante era el frente; ajustándose su nueva ropa interior, Joe rápidamente tomó la parte del pene que había quedado fuera y con un movimiento de mano, la colocó cómodamente dentro de la trusa. Para Griselda, se sintió como si le frotaran la cara la verga de un hombre; sí: conforme el pene de Joe se colocaba dentro de la trusa, Griselda sintió como si le acariciara la superficie del rostro.
Disfrutando su toque, Griselda se complació; Joe caminó hacia los calzones en busca de calcetas, y su pene se movió grácilmente, “besando” suavemente su nueva boca, mejillas y labios, que correspondían exactamente a la cremallera en forma de “Y” al frente de la trusa, mientras a la vez disfrutaba la cálida sensación de tener su trasero pegado al de Joe. Efectivamente, era muy excitante, pero Griselda a la vez temía que Joe dejara de caminar tan rápido, porque entonces sería realmente “abofeteada” por su largo pene, conforme este se bamboleaba con violencia dentro de la trusa. La idea le hizo reír.
Joe se sentó en el borde de la cama, para ponerse los pantalones. Y en esa posición, Griselda se dio cuenta de otra interesante sensación: la parte del “fondo” de la trusa, donde colgaban los testículos de Joe, correspondían exactamente a su vulva. Allí, Griselda podía sentir el aprieto caliente de las bolas de Joe, e incluso buena parte de su perineo y la base de su pene. Sintió un cálido escalofrío mientras se rozaba el escroto de Joe con su coño, y gimió para sus adentros. ¡Sí, así de zorra era!
Cuando Joe acabó de ponerse la ropa, y un par de pantalones cubrieron a la Griselda-Trusa, mi hermana estaba todavía disfrutando de ese continuo toque con sus partes privadas. Pero también esperaba algo aún más interesante. Conforme se dio cuenta de algo todavía más extraño: aún cuando ella, como toda buena trusa, estaba cubierta por los pantalones de Joe, de alguna forma conservaba su sentido de la vista. Así es, por raro que parezca, Griselda podía ver los pantalones y más allá de ellos, de modo que podía percibir el entorno tal como si fuera una cámara encima de las caderas de Joe.
Joe colocó su ropa sucia en la canasta y luego salió del apartamento. Desde allí, caminó hacia las escaleras, donde se encontró con otro sujeto.
“¡Hey, por fin te encuentro!”, dijo el otro chico.
Era un tipo musculoso, alto y calvo, de entre 25 y 30 años de edad. Se veía muy feliz de encontrar a Joe. Le dio un golpecito en el hombro y lo saludó con una sonrisa.
“Ah, sí, lo siento, amigo”, contestó Joe, “tuve que ir al otro edificio porque la lavadora de aquí estaba descompuesta… Estaré allá en 15 minutos, Matt”.
“Okey”, dijo Matt, y se fue caminando por las escaleras.
Cuando Joe bajaba las escaleras, Griselda de pronto se estremeció por una deliciosa nalgada que cayó de sorpresa en su colita. Mi hermana-trusa rió y al mismo tiempo comenzó a excitarse, pero… ¿Qué había pasado? A Joe le había dado una nalgada Matt, ¿pero por qué?
Y además, ¿a dónde iría Joe en 15 minutos?
Griselda no tuvo mucha ocasión de pensarlo. La caminata escaleras abajo fue una experiencia sensual, por el frotamiento de las ingles de Joe sobre la cara de Griselda. Griselda se dio cuenta de que estaba disfrutando mucho viajar con Joe, especialmente por estar ahora tan íntimamente conectado a él. Amó cada parte de su cuerpo masculino; cada arruga de su piel y cada pelo cosquilludo de su escroto. Joe comenzaba a sudar, y su fuerte aroma corporal empezaba a enervar a Griselda, como una maravillosa droga. Cuando Joe llegó por fin a la escalera, tuvo que jalarse la trusa fuera de su trasero; los pezones imaginarios de Griselda se endurecieron e irguieron, cuando la chica sintió que el hombre le apartaba las dos nalgas con la mano.
“Estaré fuera de mi apartamento el resto del día, así que no me cobre extra”, le dijo Joe al recepcionista. “Aquí está la llave, puede ir a cerrar dentro de 15 minutos”.
El encargado recibió la llave, y Joe volvió a su apartamento.
Cuando Joe abrió la puerta, Gris sintió cómo de pronto el gran pene del hombre comenzaba a agrandarse, apretando contra sus mejillas. Joe entró a la habitación caminando con celeridad, y abrió la puerta del baño. Griselda sintió un golpe de viento cuando Joe se bajó las pantalones, y luego cómo los suaves dedos del chico sobre sus labios, cuando Joe se metió las puntas de los dedos por la cremallera de la trusa, para sacar su pene del calzoncillo. Y allí Griselda se sintió contrariada, sin saber lo que ocurría, porque lo que sintió fue como si un gran pene comenzara a penetrar dentro de su boca. Era algo muy extraño, sí, ¡pero así se sentía, exactamente!
Para poder orinar, Joe se había sacado el pene a través de la cremallera en “y” de la trusa, pero para Griselda, la sensación fue contraria: se sentía tal como si un gran pene comenzara a entrar dentro de su boca, justo entre sus suaves labios.
Griselda se concentró entonces en disfrutar el tacto arrugado de su flácido pene, cuando algo de pronto la sacó de su intención; con la relajación del esfínter, Joe soltó un ronco pedo. Tan cerca de él como estaba, Griselda no pudo soportar la peste; hubiera querido taparse la nariz, pero encontró que en su nueva forma no hubiera podido hacerlo. Pero la cosa terminó rápido; cuando Joe terminó de orinar, se sacudió un par de veces el pene y luego comenzó a introducirlo cuidadosamente otra vez dentro de la trusa. De nuevo, Griselda vibró de placer por el prolongado contacto y frotamiento con el suave pene de Joe, y conforme éste se lo metía en el calzón, Griselda se sintió tal como si estuviera tragándose esa rica verga. Pero cuando volvió a estar de nuevo dentro de la trusa, la punta del pene goteó una o dos gotitas de orina en la cara de Griselda. Una gran forma de echar a perder la experiencia.
Joe salió del apartamento y se dirigió al piso siguiente. Una puerta se abrió y Matt apareció frente a Joe.
“Perfecto, pasa”, dijo Matt.
Joe se sentó a la mesa, y Matt le ofreció una bebida. Ambos tomaron un bocadillo y platicaron durante una hora. Bajo la luz de la lámpara, el calor aumentaba, y pronto Griselda se cubrió con el sudor de Joe, que se deslizaba desde sus nalgas hasta la trusa. La mezcla entre el olor y el vapor de sudor era sensual e intoxicante. Con el tiempo, incluso Joe se percató del calor.
“Vaya, qué caliente está el cuarto, ¿eh?”, dijo Joe, despejándose el sudor de la frente.
“¿Sabes qué es caliente?”, dijo Matt, inclinándose hacia él. “ESTO”.
E inesperadamente, Matt besó a Joe en los labios. Y Joe lo aceptó. Griselda no podía creerlo: ¡Joe era gay! Y posiblemente Matt era su pareja. Bueno, a juzgar por la charla de una hora que acababan de tener, obviamente lo era. “¿Qué irá a pasar ahora?”, se preguntó Griselda. Pero ya sabía la respuesta…
Un minuto después, Joe ya estaba en la habitación de Matt, y el calvo lo arrojó a la cama, boca abajo. Griselda sintió la ruda presión de las manos de Matt cuando éste le bajó los pantalones al hombre. Desde luego, el pene de Joe estaba duro como la roca, y amenazaba con salirse de la trusa. Y a Griselda le encantó; pronto, los calzones de Joe (es decir, Griselda) estaban expuesta a las grandes manos de Matt.
Con brazo fuerte, Matt apretó las nalgas de Joe, sintiéndolas estirarse entre sus fuertes dedos; y luego, le dio dos manotazos al trasero. Casi soltando un pedo de la emoción, Griselda se sentía excitada por el intenso preámbulo, y Joe también. Un chorrito de fluido pre-eyaculatorio salpicó las mejillas de Grisleda, y su sólido pene continuó colgando sobre la cara de la chica. ¡Cuánto habría amado Griselda lamer ese duro pene!
Al poco rato, Matt estaba jugando con su dedo sobre la línea de las nalgas de Joe, todavía encima de la trusa, y más adelante separándolas con el canto de la mano, como haciendo más ancha la raya. Desde luego, esto era también un placentero masaje de trasero para Griselda, cuyos pezones y clítoris (o lo que sea que fueran ahora) ya estaban erectos de placer. Sintió luego como si una lengua de fuego acariciara su sexo cuando Matt deliberadamente agarró y frotó el escroto de Joe sobre su ropa interior. Eso fue para Griselda una estimulación clitórica directa, y mi hermana pronto se estremecía, al borde del orgasmo.
Los ojos de Griselda se iluminaron cuando oyó el zipper de los pantalones de Matt descendiendo, y supo que probablemente su gran verga estaba ahora detrás de ella. Cuando Joe volteó para ver a su hombre, Griselda pudo ver que él estaba usando trusa también, y su pene era un monstruoso bulto todavía recubierto por esa superficie de algodón. Matt ejercicio firme presión sobre el hombro de Joe, haciéndolo aplacarse, y pronto él también se inclinó para alcanzar el trasero de Joe.
Después de eso, Griselda no pudo ver más, pero sintió una grande y dura banana justo entre sus nalgas. ¡Gracias al cielo! ¡Estaban dispuestos a disfrutar de un buen sexo en ropa interior! ¡Y era como si ella estuviera en medio de un trío!
Griselda sintió un vacío helado en el estómago cuando supo que la verga venía. El pene de Matt llegó de arriba a abajo, frotándose totalmente sobre la raya de las nalgas de Joe, todavía sobre la ropa interior. Pero para Griselda, eso se sintió tal y como si estuviera siendo penetrada analmente. Los gemidos de Griselda rápidamente se volvieron chillidos de de genuino placer, mientras sentía que la gran macana de Matt taladraba su ano una y otra vez. Matt sostuvo las nalgas de Joe, apretándolas, y pronto tanto Grisleda como Joe estaban resollando de placer. Una y otra vez, Matt nalgueó a Griselda, y fugazmente le talló la verga en el coño, como intentando penetrar la trusa misma. Fueron 5 minutos de intenso placer, y Griselda estaba por alcanzar el orgasmo anal, cuando el hombre decidió que era tiempo.
Matt ayudó a Joe a darse la vuelta, y ágilmente le quitó las trusas a Joe, dejando el muchacho totalmente desnudo. Griselda-Trusa, sucia de sudor, flatulencias condensadas, partículas de excremento y fluido seminal, fue arrojada a un aislado rincón del cuarto, haciendo un ruido mojado cuando cayó al piso. Por fortuna, desde su posición todavía podía contemplar a los chicos y sus actividades sexuales.
El cumplimiento del acto sexual de los dos jóvenes fue suficiente para satisfacerla, pero luego que lo hicieron una y otra y otra vez, los deseos de Griselda no encontraban cómo satisfacerse. ¡Cómo le hubiera gustado ser penetrada en vez de Joe! ¡Cómo deseaba lamer y chupar sus vergas! Pero eso era fantasía. Mi hermanastra ahora no era sino una trusa sucia yaciendo en el suelo del cuarto.
Los hombres tuvieron sexo todo el día, y la noche fue fría. Nadie fue tan amable como para recordar encargarse del inocente par de trusas tiradas en el suelo. Entre las fuertes experiencias, Griselda logró calmar su consciencia y dormir un poco. Había sido un emocionante día al principio, pero ahora se daba cuenta de que, como cualquier trusa, ella no era especial y era fácilmente desechable. Griselda se había convertido nada más en una cubierta para la desnudez, pero el verdadero interés estaba en la carne, no en una sucia membrana de algodón.
El día llegó pronto, y con él, la necesidad de una nueva lavada. El primer día de Griselda como un par de trusas había sido bueno y después difícil. Pero su verdadero problema apenas iba a comenzar.
CONTINUARÁ
Mi Hermana, Mi Trusa (My Sister, My Briefs)
by: malom_shlasters | Complete Story | Last updated Sep 22, 2014
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