Mis Tías las Brujitas

by: malom_shlasters | Complete Story | Last updated Sep 22, 2014


Chapter 4
Escape de la Casa de las Brujas


Chapter Description: ¡Por fin me entero de todo! ¿Podremos yo y tía Bety escapar de mis terribles tías? Gran final de la historia.


A la mañana siguiente, cuando me desperté estaba otra vez a la mitad de la cruz de camas. Por alguna razón, estaba bajo las sábanas, abrazando el cuerpo desnudo de tía Clara, y ella seguía dormida. Aún estaba oscuro, así que me acurruqué en su tibio cuerpo; me di cuenta de que había rejuvenecido un poco más; tenía 8 ó 9 años; y se sentía bien.

Oí ruidos de sueño desde las otras camas; quizás mis tías todavía estaban dormidas. Me apreté con la mejilla de mi tía, queriendo sentir ese hermoso rostro mujeril junto a mí. Me di cuenta de que me estaba volviendo más dependiente de las mujeres, como si fuera un niño, y me sentía cachondo y excitado de estar junto a ellas. Cerré mis ojos para dormir, y cuando empezaba a soñar, me pregunté si todo lo que había visto la noche anterior había sido real o sólo un extraño sueño… Lo único que esperaba era que mi tía Bety estuviera bien.

Los rayos solares entraban por la ventana, y pronto mis tías y yo empezamos a despertar; yo seguía acurrucado contra el cuerpo de mi tía Bety, y ella estaba medio dormida, acariciando mi cabello con los ojos cerrados. Su sonrisa hizo a su duro y feo rostro tomar una expresión casi maternal. Minutos más tarde, tía Eli gateó debajo de las sábanas y me dio un beso de Buenos días; reí satisfecho, al sentir sus frescos labios en mi mejilla. Mis otras tías comenzaban a despertarse; seguían dormidas bajo las sábanas y, a juzgar por lo que pude espiar, estaban totalmente desnudas.

Tía Eli me apretó contra su pecho, mientras yo seguía sobre el cuerpo de mi tía Clara; ambas me comenzaron a acariciar. No pude creer cómo mi vida había llegado hasta este punto; las tías a las que había siempre odiado ahora era como si fueran mis madres, o esposas, y yo estaba tan feliz de ser su centro de atención. El olor de sus cuerpos era dulce y enervante, y mientras tía Eli frotaba su morro en mi cuello, me atreví a poner una mano sobre su seno. Era sólido, pero suave al tacto; sentí la calidez de su corazón latiendo; había sido un descubrimiento para mí, el saber que toda mujer, aún mis tías, tenían un blando corazón.

La primera en romper el silencio fue tía Clara; me abrazó por la espalda, rodeando mi barriga con sus brazos, y comenzó a mecerme. Cubrió mi cabeza de besos una y otra vez, mientras me susurraba frases incoherentes, como si le hablara a un bebé; la sensación era muy relajante, y no pude creer que fuera mi cruel tía la que hiciera eso. Luego me sentó sobre sus piernas cruzadas, acariciando mi cabello mientras intercambiaba miradas sospechas con tía Eli.

Cuando eché un vistazo alrededor, encontré felizmente que mi tía Bety todavía estaba en cama, acostada medio dormida, como sus otras hermanas. Lo primero que quise fue ir a con ella, para asegurarme de que estuviera bien; comenzaba a convencerme de que lo que había creído ver anoche había sido una pesadilla. Empecé a gatear hacia ella, desesperado por estar a su lado lo antes posible, pero la mano de tía Clara me cogió del tobillo.

“Ehh-ehhp, Marcos”, dijo alegremente, “¿Qué crees que haces?”.

Luego me detuvo de las caderas; me quedé quieto sin moverme, mientras ella estaba detrás de mí, y comenzó a agarrarme las nalgas con sus palmas abiertas.

“Mmmmh…”, dijo con lentitud, como si le hablara a un bebé de forma siniestra, “Qué bonito fundillito tienes, chiquitín”. Pude percibir su mirada lujuriosa, aún estando ella detrás mío.

Ella apretó mis pequeñas nalguitas con sus dos manos, y luego de masajearlas, separarlas y juntarlas varias veces, me dio dos palmaditas con sus dedos sobre la raja, y me dejó ir. Seguí mi camino gateando a la cama de tía Bety.

La encontré bajo las sábanas, dormida boca abajo con sus anchas y morenas espaldas expuestas; abracé su espalda tan pronto como pude, sin importante estar desnudo. Tía Bety se levantó, algo sorprendida, y me miró; yo le devolví la mirada con una sonrisa, contento de verla. Tía Bety se sonrojó un poco, se dio la vuelta y me tomó por la cadera, metiéndome bajo las sábanas junto a ella, y me colocó sobre su pecho. No se veía contenta de verme, y me di cuenta de que estaba nerviosa, pero me trató bien.

Riendo, tía Clara le pidió:

“Parece que a Marcos le gusta estar contigo ¿Por qué no le das el desayuno?”

Tía Bety se puso totalmente roja, pero obedeció con prontitud; llevó mi cabeza hacia sus chichis, que yo estaba ansioso por chupar. Sus pezones estaban muy duros; los cubrí con mis labios, comenzando a succionarlos, totalmente excitado, extrayendo su caliente leche. Las otras tías se rieron de ella, levantándose de la cama para contemplar la escena.Tía Bety gemía, por ese placer que le estaba dando a sus senos contra su voluntad; ella sufría mientras yo me regocijaba de sus deliciosos pezonsotes. Sus manos temblaban, pero tuvo la fortaleza suficiente para disimular.

Pasé todo el día en cama, mimado por mis desnudas tías. Casi me harté de recibir todos sus abrazos, besos y caricias, pero me encantaba ver y sentir sus rechonchos cuerpos junto a mí. Cuando me daba sed o hambre, una de mis tías me llevaba a sus pechos, donde disfrutaba bebiendo su deliciosa leche, aspirando el rico olor de sus cabellos y frotando mi nariz contra sus lonjas, mientras me acariciaban con sus largos dedos. Dos veces, cuando me amamantaban, otra de mis tías llegó frente a mí, a ofrecerme algo de placer extra, y rodeando mi pene con sus gruesos labios, me practicó una deliciosa sesión de sexo oral; me sentía como en el Cielo, cuando ellas comenzaban a meter y sacar mi pene de sus grandes y húmedas bocas, mientras arañaban suavemente mis nalgas con sus uñas. Las otras hermanas besaban tiernamente mis testículos, al mismo tiempo.

Cuando me cansaba, apoyaba mi cabeza sobre el trasero de alguna de mis tías y dormía sobre sus deliciosas nalgas. También jugaba a nalguearlas, cuando ellas lo pedían. Y para el final de día me tocó dormir en medio de las seis, con el grupo totalmente centrado en mí. En verdad me sentía como en el Cielo.

La noche llegó y dormí con mis tías a mis pies, todas ellas con una gran sonrisa. Pero entonces sentí que algo me daba un pinchazo. Cuando abrí los ojos, pude ver a mi tía Bety frente a mí; estaba parada a mi cama, con ese uniforme de secretaria, color aceituna, sus buenas pantimedias y tacones. La vi a los ojos, y cuando estaba a punto de preguntarle algo, me puso un dedo en la boca:

“Shhh, no las despiertes”, susurró. Le hice caso, y luego me dijo: “Vámonos de aquí, Marcos”.

No supe lo que estaba planeando, pero la obedecí solo para estar con ella. La habitación era oscura, con solo mi tía Bety iluminada por la Luna Llena. Mis otras tías dormían sobre mis pies, pero tía Bety se encargó de sacarme de la cama sin despertarlas; me levantó por las axilas lentamente, y me cargó fuera de la cama; las cabezas de mis tías resbalaron y se posaron en la cama, pero ellas no se despertaron. Cuando salía de la cama, tía Bety me tomó en sus brazos. Alarmado, me di cuenta de que ahora era todavía más joven; ahora ella era el doble de mi tamaño.

“¿Qué sucede, tía Bety?”, le pregunté, cuando salíamos de la habitación.

“Nos marchamos en este mismo momento”, anunció, apurándose hacia la habitación donde había aterrizado por primera vez.

Allí tía Betty sacó una trusa blanca de un cajón y me sentó sobre la cama apresuradamente. Alcé las piernas y ella me puso la trusa rápidamente. La vi tan nerviosa como si quisiera llorar; su angustia parecía tal que me sentí triste de sólo verla.

“¿No te das cuenta, Marcos?”, preguntó, “¿no ves lo que estás haciendo?”.

No entendí, y me quedé callado, pero ella dio un paso atrás y me señaló con el dedo.

“¿Qué edad tenías antes? ¡Tenías veinte años!”, explicó, desesperadamente. “Han pasado solo tres días, y ahora tienes apenas SEIS!”.

De pronto me sentí mal, al darme cuenta de mis drásticos cambios. ¿Qué me había pasado? Me empecé a poner tan nervioso como mi tía Bety...

“Clara, Delia, Eli, Martha, Lara… ¡Ellas son unas brujas, hechiceras!”, gritó, histérica, “¡Han estado absorbiendo tu vida todo este tiempo!”.

Me quedé sin aliento. ¿Esperaban mis tías que yo muriera?

“Mientras más joven te vuelves, ellas se hacen más poderosas”, explicó tía Bety, sacándome de la cama y llevándome al clóset. “Acepté ayudarlas en su plan; de otra forma me hubieran matado, o algo peor”, explicó.

Ahora me sentía lleno de miedo; comencé a sospechar aún de mi tía Bety.

“Pero… tía Bety… ¡Tú me estás rescatando!”, suspiré.

La ruda cara de mi tía Bety se endureció aún más.

“Es porque… No quiero que mueras”, me dijo, con seriedad. “Me… agradas, sobrinito”, terminó, acariciando mi mejilla.

Recordé lo que había visto la noche anterior, y ahora estaba seguro de que había sido real. Ahora confiaba en tía Bety con todo el corazón.

“Por aquí”, dijo tía Bety, abriendo el closet. “Esta es la única salida”, continuó. El closet era solo una fachada; era un pasadizo secreto que llevaba a un túnel.

“¡Rápido!”, ordenó, tomándome de la mano, “Apúrate; ¡Pronto se darán cuenta de lo que pasa!”.

Tomé su mano y corrimos juntos por el túnel. La cueva era estrecha, y totalmente oscura, con sólo un par de lúgubres antorchas iluminando nuestro camino. Pero estar cerca de mi tía me dio valor.

“El túnel es muy largo”, dijo, y la cueva repitió con un eco. “Será difícil llegar a la salida; ellas tienen el poder sobre este túnel, y pueden teleportarse frente a nosotros en cuanto quieran.”

¿Estaría diciendo la verdad? Todo parecía sacado de una historia de fantasía, ¿En verdad eran mis tías unas ponderosas brujas? Bueno… me habían convertido en niño.

Corrimos por diez minutes hasta que vimos una fuente de luz a lo lejos.

“¿Esa es la salida, tía?”, Pregunté, emocionado. En mi aguda voz de niño, eso sonó molesto y patético.

“No, Marcos. Pero estamos por llegar a la mitad del camino”, dijo.

En ese momento comenzamos a escuchar ecos susurrantes a través del aire de la cueva, como antiguas y graves voces.

“¡No las escuches!”, tía Bety dijo, “¡Son ellas! ¡Están tratando de hechizarte!”

Hice todo lo posible para no ponerle atención a las voces, pero éstas llenaban todo el espacio a nuestro alrededor, como el aire en una cueva, ni más ni menos.

“¡Casi llegamos al medio!”, dijo tía Bety, con el aliento ya agitado, “Más allá de ese punto, no pueden tomar presencia. ¡Rápido, Marcos!”.

Ya estaba muy cansado, pero no pare de mover las piernas; sentía el corazón palpitando fuerte y rápido.

La luz del techo ya había empezado a iluminar el cuerpo de mi tía, cuando unas horribles y extrañas manos verdes se materializaron en el piso y las paredes de la cueva.

“¡Cuidado, Marcos! ¡Son manos de verdad! ¡Están tratando de atraparnos!”, gritó mi tía, volteando a verme. Pero en ese momento, una de las manos la sujetó del tobillo, casi haciéndola caer al piso. Con todas mis fuerzas pateé esa mano, que llevaba puestos brazaletes y anillos en los dedos, pero logró quitarle el zapato a tía Bety con gran facilidad.

“¡No mires atrás! ¡Sigamos!”, exclamó tía Bety, con la respiración agitada.

Pero luego de eso, surgieron cinco manos más de las paredes, atrapando a mi tía por el cuerpo. Logré evadirlas, pero eran muchas, y con prontitud sujetaron a mí tía de los brazos, las piernas y la ropa. Desesperadamente, las ataqué a mordidas, y algunas se comenzaron a apartar, llevándose con ellas la ropa de mi tía. Un largo brazo surgió del piso, debajo de las piernas de tía Bety, y le arrancó sus calzones de satín; al patear a esa última, mi tía pudo escapar del terrible agarre.

Pero había todavía más; por suerte logró evadirlas, pero tía Bety tuvo que dejar atrás más y más prendas para poder seguir adelante. Desesperadamente forcejeó contra las manos de las brujas, quienes le acabaron de arrancar la falda, la blusa, los zapatos… hasta el brassier y los calzones. Y como ya sabía que ella usaba los calzones por encima de las medias, ella terminó sólo con éstas como su única prenda.

“¡Ya pasamos la mitad!”, dijo tía Bety, aliviada, “¡Pero no te confíes! Sus manos ya no pueden atraparnos, pero tenemos qué resistir hasta el final.”

No supe de lo que estaba hablando, hasta que algo desde atrás me dio una fuerte nalgada en el trasero, tan tremenda que me hizo saltar!

“Awww!!”, grité, frotándome mis rojas nalgas por encima de la trusa.

“¡No pares!”, gritó tía Bety, tomándome de la mano y acelerando, con sus senos expuestos rebotando por todo el camino. De pronto, otra mano se materializó y le pegó a mi tía una nalgada en su duros cachetes, haciéndola brincar igual que a mí, y produciendo un extraño y fuerte sonido cuando sus panties de licra fueron palmados.

Más allá podíamos ver una luz, y el túnel comenzó a verse más iluminado.

Estábamos casi exhaustos, pero con la ayuda del otro logramos sobrevivir a más nalgadas y al intento de las manos de atraparnos por los genitales; casi salíamos del túnel. Las apariciones de las brujas se volvieron menos frecuentes, y comenzamos a caminar en vez de correr, para recuperarnos.

“¡Casi salimos!”, suspiró tía Bety, totalmente exhausta.

“¿Y luego qué?”, pregunté, preocupado. “¿Dónde apareceremos?”

Tía Bety no respondió. Ahora sólo trataba de recobrar el aliento.

Finalmente llegamos a la salida del túnel. La brillante luz del sol nos lastimó los ojos, y lo que vimos más allá estaba fuera de nuestra imaginación: el túnel terminaba en la cima de una montaña, y debajo había un paisaje digno de un cuento de hadas: cielo azul, un enorme bosque que llenaba el horizonte, árboles y animales, y ríos de agua dulce. El canto de los pájaros nos hizo asombrarnos.

Luego, dimos un vistazo el uno al otro, bajo la brillante luz del sol. Tía Bety se sonrojó y se cubrió los senos, que yo estaba viendo. Yo era ahora un travieso niño de 6 años, con puesta nada más una trusa blanca; y ella una mujer adulta, usando nada más unas pantimedias un poco rotas. Por fortuna, las pantimedias eran negras, con suficiente capacidad para esconder parcialmente su vagina y culo, que yo nada más podía ver de forma borrosa.

“Marcos… Lo que hicimos en la Casa de las Tías… Fue todo un error…”, dijo, nerviosa, y tartamudeando.

La mire a los ojos, con inocencia, y le di la mejor de mis sonrisas.

“No te preocupes, tía…”, le dije, con voz clara. “Me gustas mucho”.

Tía Bety perdió el habla, visiblemente nerviosa, y sonrojándose bastante.

Miré a sus nerviosos ojos, tan inocentes, y le di la mejor de mis sonrisas.

“No te preocupes, tía Bety”, le dije en voz clara, “Me gustas mucho”.

Tía Bety perdió el habla, sonrojándose y poniéndose más nerviosa.

“¡Oh, no!”, Tía Bety exclamó, de pronto consternada, “¡Olvidé que toda la montaña está bajo su poder! ¡Tenemos que salir de aquí o ellas podrían atraparnos!”.

Era una muy mala noticia, aún estábamos en peligro. Y hubiéramos tenido que scalar hacia abajo unos mil metros para poder escapar. Pero luego me di cuenta que en frente de nosotros había un camino que conducía a un peñón alto: la cima de la montaña.

De nuevo salimos corriendo Again, y a duras penas trepamos la cima. Tía Bety iba primero, pero con sus apretadas pantimedias tenía muy duro la trepada.

“¡Marcos, dame un empujón!”, me dijo, tratando de treparse a una alta roca, y tuve que empujar su duro y grande trasero con todas mis fuerzas para ayudarla a subir. Luego de eso, me jaló del brazo para ayudarme a subir al siguiente nivel, y el proceso se repitió.

Por fin llegamos a la cima de la montaña. Y lo que allí vimos era estremecedor. La montaña era en realidad una catarata, con una largo caída de agua bajando hasta estrellarse a los pies de la montaña. Allí abajo comenzaba a formar un río. Teníamos que escaper hacia algún lado, y por desgracia ese era el único camino que nos quedaba.

En frente de la cascada, Tía Bety volteó a verme y me dijo: “Tenemos que saltar juntos. Sólo de esa forma habrá posibilidad de que nos salvemos sin lastimarnos”.

De hecho, yo ya sabía que íbamos a sobrevivir, ya que al fondo del lago pude ver una amplia cama de algas vegetales; eso bastaría para amortiguar nuestra caída. Estaba tan feliz de que nos salváramos, que decidí llevar a cabo una última travesura.

“¡Sí, Tía Bety!”, respondí, “No se preocupe, estaremos bien; saltemos a la cuenta de 3”. También me rehusé a tomarla de la mano, diciendo que de esa forma no nos podríamos sincronizar perfectamente con el conteo.

Ambos nos pusimos en posición de clavado a la cuenta de 1, alzando nuestros traseros y agachándonos (¡qué lindo y grande era el de ella!) y me reí de sus esponjosas axilas y boyantes senos; Pronto estaríamos a salvo, pero ella no sabía nada de lo que le esperaba.

“Hay que saltar muy alto si queremos sobrevivir”, le aconsejé a Tía Bety, y ella asintió, con su cara mostrando miedo por el salto. Luego contamos hasta 2…

Mi tía contuvo la respiración, viéndose ridícula con los cachetes inflados, y cuando contó 3, brincó para sumergirse en la catarata. ¡Pero yo no hice lo mismo! En vez de eso, me aproveché del momento en que ella bronco para agarrarla del borde de las pantimedias, y con la fuerza del salto mi tía brincó fuera de ellas, haciéndolas pedazos mientras caía y terminando el clavado totalmente desnuda. Me provocó mucha gracia su rostro de miedo cuando vi pasar su, vagina, algo peluda, pasando frente a mí mientras mí tía caía por la cascada sin saber su destino.

Pero yo sabía que ella estaría bien. Riéndome, la vi caer al fondo del lago, y luego su cabeza emergiendo del agua; se veía confundida, pero sabía que no habría sufrido ningún daño. La mire y ella pareció voltear hacia arriba para verme también, ya que ella comenzó a mover la cabeza lado a lado, como pidiéndome que no me arrojara. Me reí de eso y aventé por allí los restos de sus pantimedias. Luego me quité la trusa y la tiré sobre las rocas; por último, alcé las nalgas y las contoneé, tomando con gusto la postura de clavado, y me arrojé por la catarata, tan desnudo como mi tía.

Aterricé al lado de mi tía, creando un gran salpicón de agua, y las aguas amortiguaron mi caída a la perfección; había sido divertido y cómodo.

Saliendo del agua, vi a mi tía a 4 metros de distancia, se veía algo preocupada por mí, pero me reí de su cara y comencé a nadar hacia ella, en estilo mariposa. Su peinado estaba todo desarreglado, se veía muy graciosa, y al acercarme, me indicaba desesperada que no fuera hacia ella, cubriéndose los senos con una mano, y con la boca y los ojos bien abiertos, como si tuviera mucha vergüenza. Eso me pareció muy lindo, y en vez de alejarme comencé a nadir más rápido, asomando mi traserito por fuera del agua para juguetear con ella aún más.

Por fin la alcancé y me detuve frente a ella. Ella se dio la vuelta, tratando de cubrir su cuerpo desnudo.

“Umh, Marcos…”, me dijo, tartamudeando. “¡Qué bien que estás bien, pero no me veas, estoy desnuda!”

Ella me había salvado y estaba en deuda con ella. Estaba enamorado de ella. Y ahora estaríamos juntos hasta la eternidad. Nadé a su lado y rodeé su cintura con mi brazo, debajo del agua.

“No te avergüences, tía Bety”, le dije, viéndolo a los ojos, mientras ella seguía sonrojada e intentando apartarse. “Ahora estamos a salvo… Y seremos solo tú y yo…”

Tía Bety no pudo decir nada, tal vez sorprendida de mi romantic actitud.

“¿Está bien si nadamos a la orilla?”, le pregunté, guiándola por la cintura. Ella asintió y comenzó a nadar a la orilla, tímidamente, mientras yo seguía sosteniéndola.

El agua estaba fresco y deliciosa, el ambiente lleno de verde vida; era nuestro lugar perfecto.

Con el tiempo, mi tía se acostumbró a mi abrazo, y empezó a nadar en mariposa, cono yo. Con calma nadamos juntos, desnudos bajo el agua, que entraba y salía por los hoyos de nuestros culos mientras abríamos y cerrábamos las piernas. Mi brazo la guiaba por su cadera, hacia el pasto verde de la orilla del río.

Tía Bety, se acostó en el pasto, agotada por el escape, y al fin pudimos respirar tranquilos. Contemplé, fascinado, su Moreno, fuerte y curvilíneo cuerpo, que había sido mi salvación. Gateé hacia ella, agradecido, y commence a besar toda su cara, una y otra vez, incluso sus labios. Ella gimió enamorada, y luego me acosté sobre su pecho; mi tía me abrazó por la cadera con su brazo, en un vínculo de amor. Apoyé mi oído sobre su corazón, escuchando su acelerado latir, y sintiendo su suave respiración; conforme se calmaban, descansamos y dormimos juntos bajo el árbol, como unos nuevos Adán y Eva.

Cuando despertamos por la mañana, vimos más allá de la orilla del río una cabaña abandonada, como las de los Cuentos de Hadas. Tía Bety me tomó en sus brazos y me llevó a la cabaña. Era una rústica pero muy bella casa; estaba vacía, pero tenía muebles y todos los accesorios, una cocina, algo de comida guardada en cajas, dormitorio, camas y baño.

Allí Tía Bety y yo pasamos el día entero en la silla mecedora, yo en sus brazos, mirando el bello paisaje. El atardecer nos encontró desnudos, y cuando la noche vino, nos acostamos en la cama, juntos e íntimamente cercanos.

Comencé a pensar en todo lo que me había pasado. Quizás, después de todo, había siempre amado a mis tías en secreto pero no lo quería admitir. Pero ahora estábamos los dos solos; y nada me iba a detener de aceptarla y amarla con todo mi cuerpo.

La mañana siguiente la commencé acostándome boca abajo sobre el regazo de mi tía. Emocionado, movie mis nalguitas a un lado y al otro; nada major para empezar la mañana que unas amorosas nalgadas en mi culo, que mi tía Bety me daría. Ella había encontrado un precioso vestido de Blanca Nieves en el ropero, y se veía hermosa usándola; en verdad amé ser nalgueado por tan elegante dama. Me incline alzando el trasero, y ella palmeó mis nalgas una y otra vez como si fueran bongós, con mano firme.

Las brujas nunca volvieron a molestarnos. Esperaba no envejecer ya nunca más, y ser siempre el lindo niño que mi Tía Bety tanto amaba, y quizás en un futuro, asistir a mi boda con ella usando sólo una bonita corbata de moño negra, caminando al altar tomados de las manos, para así estar con mi Tía Bety para siempre.

FIN

 


 

End Chapter 4

Mis Tías las Brujitas

by: malom_shlasters | Complete Story | Last updated Sep 22, 2014

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